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1ª norma para crear historias: rompe las normas
Como en casi todos los ámbitos de la vida a la hora de crear historias también existen ciertas normas. Estas “reglas” provienen de siglos y siglos de experiencia humana en el arte de crear y contar historias. Muchos estudiosos, desde Aristóteles hasta Christopher Vogler, han recopilado y estructurado todo ese conocimiento creando completos manuales para la creación de historias eficaces.
Creo que el conocimiento no ocupa lugar y por tanto es bueno conocer libros como El viaje del escritor, El guión de Robert McKee, Será mejor que lo cuentes, El héroe de las mil caras, Morfología del cuento de Propp, etc. Todos ellos nos permiten descubrir muchas de las claves y los modos en los que funciona una historia. Podríamos considerarlos manuales de instrucciones. Y como buenas guías de ayuda acudimos a ellas cuando estamos en problemas con nuestras historias. Tal vez los consultemos cuando nos hayamos perdido a la hora de estructurar nuestra narración o no estemos seguros sobre la definición de alguno de los personajes. Como el propio Vogler dice sobre su libro “éste debe utilizarse mas bien como un mapa antes que como un mandamiento“.
No existen fórmulas mágicas
Pero lamento comunicar a todos aquellos que estén esperando una fórmula mágica que ésta no existe. La creación de historias tiene tanto de técnica como de arte por lo que no podemos pretender que las historias se fabriquen como churros. Al menos, las buenas historias. No podemos decir: kilo y medio de personajes, una pizca de conflicto, hornear en tres actos y ya está: una fantástica historia para servir. La cosa no funciona así y cualquiera que se haya enfrentado al papel en blanco lo sabe.
Por supuesto podemos aplicar todas las normas que conozcamos a rajatabla, sin hacer concesión alguna a la improvisación, a la inspiración, a nuestro instinto. Podemos escribir líneas y líneas sin poner nada de emoción en el proceso, siguiendo tan solo los pasos que otros han marcado. Puede que obtengamos una historia técnicamente perfecta pero al mismo tiempo carecerá de alma, sentimientos, intención, pasión… Y las personas no queremos escuchar historias “perfectas” sino historias que nos emocionen, con las que conectemos, que aporten sentido a nuestras vidas… Esas son las historias que devoramos sin pestañear y que volvemos a escuchar una y otra vez al tiempo que las contamos a otros e incorporamos a nuestros relatos vitales.
Lo importante es si la historia funciona
Con todo ello quiero decir que no es tan importante seguir todas las normas que se supone existen para crear una historia perfecta. Más importante es sentir la historia y ser capaz de escucharla y entenderla. Si tenemos nuestros sentidos y emociones abiertas seremos capaces de ver qué necesita o qué le sobra a la historia. No pensaremos en nuestra historia en términos de “no cumple esta norma o aquella” sino en términos de “este personaje funciona o no, este conflicto funciona o no, esta estructura es la mejor para que mis historia funcione o no”. Es más como una improvisación musical. Conoces las notas, los acordes, los sonidos… pero una vez llegado el momento te dejas llevar por lo que sientes y dejas atrás las partituras.
No digo que no debamos aprender estos consejos para la creación de historias. Cuanto mejor los dominemos mejor podrá ser nuestra historia. Sin embargo lo más importante de conocer las normas es saber que puedes ignorarlas, sobrepasarlas o romperlas completamente. De ahí salen las grandes creaciones, de esos momentos en los que es el corazón, o un sexto sentido si queremos llamarlo así, el que guía nuestra creación. Y si nos perdemos siempre podremos consultar el mapa. Al igual que hacemos cuando vagamos por una ciudad y nos despistamos.
Así que desconfiemos de quien asegura tener fórmulas infalibles para la creación de historias. Porque aunque debemos saber sumar, restar, multiplicar y dividir… esto nunca serán matemáticas.
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