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Team building
No se conocían. A pesar de que él y ella trabajaban en la torre central de la Corporación; aunque los pasos de uno siguieran las huellas dejadas por el otro al atravesar los tornos de entrada; aun sabiendo que el aire espirado por él al bajar en el ascensor era el mismo que ella inhalaba al subir: no se conocían, él y ella nunca se habían visto y no habrían de hacerlo hasta el día en el que fueron convocados a una reunión celebrada en la sala 7.3. En ella les comunicaron el inicio del proyecto en el que los dos trabajarían. Juntos.
¿Me dejas un bolígrafo? Él nunca olvidaría la primera vez que escuchó su voz. Uso pluma, respondió él, aunque enseguida añadió: la podemos compartir. Dicen que una estilográfica no se presta a cualquiera, dijo ella. Él le colocó el capuchón y la dejó a medio camino entre los dos. Somos compañeros, ¿no?
Era el proyecto más ambicioso de la Corporación y las reuniones se prolongaron durante meses. A cada encuentro, él y ella eran los primeros en acudir puntuales. Te he guardado sitio, y él retiraba la chaqueta con la que había reservado la silla contigua. Gracias, toma, te he traído el libro de Hitchcock que comentamos. Entusiastas del cine, no obstante su horario de trabajo y las exigentes entregas del proyecto habían hecho imposible ir juntos a la filmoteca. Podemos seguir hablando en los descansos de la reuniones, se consolaban.
Una noche de invierno, al finalizar uno de estos encuentros, la sala se vació ante la inminencia de un partido de fútbol. El resto de la planta también estaba desierta. Se habían quedado solos y su beso solo vino a confirmar lo que ambos ya habían sentido ese lejano primer día. Y así, entre besos y caricias ocultas, con rodillas rozándose bajo la mesa y dibujos cómplices en los márgenes de los informes que manejaban durante las reuniones, la primera fase del proyecto concluyó. Pensaron aprovechar ese breve parón para tener al fin su cita, pero cuando se dieron cuenta había que comenzar la segunda fase, que conllevaría más responsabilidad para ambos. Al menos ahora nos veremos con más frecuencia, y parecían felices al decirlo.
Pasaron los años, ascendieron. Dos de nuestros empleados más valiosos, proclamaban orgullosos los jefes. Su romance se había hecho público mucho tiempo antes. No hay problema siempre que tengan ustedes claras las prioridades. Nunca dejaríamos que afectara a nuestro trabajo, respondieron al unísono. Y tan alegres se les veía, tal era su rendimiento, que en recursos humanos no dudaron en animarles a formalizar su relación.
¿Casarnos?, replicaron, está a punto de culminar la fase quinta del proyecto, no tenemos tiempo para organizar una boda. ¡Celebrémosla aquí!, terció la directora de operaciones. Una idea estupenda, añadió alguien de innovación. Él y ella compartieron una sonrisa, consultaron sus agendas: próximo miércoles, en el horario de comida. Reservaron la sala de juntas de la novena, la que tenía vistas al parque empresarial. Las chicas de recepción la decorarían con globos de colores corporativos, la madre de uno de legal era jueza, las máquinas de aperitivos serían gratis ese día… Acudió el resto de compañeros del proyecto, los de otras delegaciones asistieron por videoconferencia y muchos otros, no invitados, curiosearon por el pasillo alargando su pausa del café.
La luna de miel era un problema. ¿Dos semanas sin dos empleados tan importantes? El proyecto no podía demorarse más, así que la Corporación les hizo una generosa oferta: ampliarían sus descansos diarios en una hora extra. Podrían comer juntos, sin prisas, en el restaurante italiano que había en la base del edificio. Incluso les quedaría tiempo para usar las salas de relax que la empresa había instalado en la segunda. Cabinas con tumbonas y a media luz en las que los empleados podían solazarse en siestas de hasta dieciocho minutos: el tiempo idóneo para un sueño reparador, según una prestigiosa universidad de Estados Unidos. Aquello era lo mejor para todos: buscar destino ahora, renovar pasaportes, hacer maletas… ¿Para qué tanto estrés? Por no hablar del trabajo pendiente que estaría esperándoles a la vuelta de su viaje. Aceptaron la propuesta. Además, llevaban años queriendo probar la calzone de la que todos les habían hablado.
Esas siestas tuvieron un efecto benéfico en ellos. Cada día, sin excusas, utilizaban alguna de las salas de relajación y antes de cumplirse su primer aniversario, el portal de comunicación interna publicó la noticia que todos aguardaban: un bebé estaba en camino. En marketing comenzaron a barajar nombres para la criatura, la responsable de riesgos laborales recorría las distintas plantas del edificio buscando el lugar apropiado para instalar la cuna… Mientras, él y ella volvieron a sacar las agendas, hicieron cálculos y reservaron una sala en la que en unos meses se habrían de reunir para dar comienzo al nuevo proyecto.
Foto de https://unsplash.com/@bchild311
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