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Diálogos de Platón. Hoy… ¡Apología de Sócrates!
En este post, con el que inauguro la serie de lecturas de los diálogos platónicos, creo reunir razones suficientes como para desanimar a la lectura del mismo, así como de los que posiblemente vengan. Querido lector, apreciada amiga lectora, no quiero que haya malentendidos y tampoco se devuelve el dinero, así que, antes de empezar, aquí va una advertencia de lo que a continuación NO encontraréis:
- El tema va de filosofía sí, pero no esperes hallar aquí una lección magistral, ni siquiera unos apuntes cutres con los que aliñar un trabajo de colegio. Ni aunque este fuera poco exigente. Nada de eso.
- Por añadidura, decir que trata sobre un escrito de Platón. ¿Qué no se habrá dicho ya a estas alturas de Platón y su obra? Por tanto, poca originalidad creo que vas a descubrir en estas líneas.
- Tampoco es algo exhaustivo lo que planteo, ni hay trazas de una mínima metodología en su confección. Surge de la más pura y libre subjetividad.
- Y el culmen de mis argumentos para que abandones toda esperanza y dejes en este mismo momento la lectura es, posiblemente, el más importante de todos: no pretendo (y de hecho no voy a hacerlo) ofrecer respuesta alguna, sino todo lo contrario: dudas y más dudas.
Porque eso SÍ es lo que vas a tener en mi post: algunas de las preguntas que me han surgido mientras leía este diálogo. Si quieres sumar las tuyas estás más que invitada a hacerlo a través de los comentarios de abajo. Si deseas responder a alguna de estas cuestiones: ya sabes, mismo procedimiento. No están todas las que son, pero sí son todas las que están. Así que, al tajo.
Algunos fragmentos y cuestiones planteadas
“…atenienses, no oiréis bellas frases, como las de éstos, adornadas cuidadosamente con expresiones y vocablos, sino que vais a oír frases dichas al azar con las palabras que me vengan a la boca; porque estoy seguro de que es justo lo que digo, y ninguno de vosotros espere otra cosa. Pues, por supuesto, tampoco sería adecuado, a esta edad mía, presentarme ante vosotros como un jovenzuelo que modela sus discursos.” (17c)
¿Cambia nuestra forma de expresarnos con la edad? ¿Además de “los borrachos y los niños”, también los ancianos dicen la verdad? ¿Si defendemos la verdad en nuestro discurso es necesario adornarnos en exceso? ¿No vivimos actualmente una inversión de esto mismo? ¿Es la mayoría de los discursos un mero ejercicio retórico sin apenas sustrato? ¿Deberíamos hablar más a menudo con el corazón? ¿Con el convencimiento de que lo que decimos es suficiente y, por el contrario, que no basta con decirlo bonito?
“En efecto, estos acusadores son muchos y me han acusado durante ya muchos años, y además hablaban ante vosotros en la edad en la que más podíais darles crédito, porque algunos de vosotros erais niños o jóvenes y porque acusaban in absentia, sin defensor presente.” (18C)
¿Hay una edad en la que seamos más influenciables? ¿Cuál es nuestra responsabilidad en la inculcación de ideas en niños o jóvenes? ¿Qué ideas se pueden transmitir y cuáles no y a qué edades? ¿O no debería haber límites? ¿Hasta qué punto se puede argumentar con alguien cuyas ideas han sido grabadas a fuego en edades tempranas? ¿O todos en cierto modo tenemos ya ideas grabadas en los pliegues del cerebro? ¿Podemos desaprender?
“…es necesario que yo me defienda sin medios, como si combatiera sombras, y que argumente sin que nadie me responda.” (18d)
¿Es justa la acusación sin pruebas y desde el anonimato? ¿No realizamos en ciertas ocasiones estas cacerías desde la posición cómoda del anonimato en redes sociales? ¿Cuál es la responsabilidad de cada uno de nosotros en no contribuir a la difusión de bulos y medias verdades? ¿Nos importa en algo la verdad o prevalece la posibilidad de infringir daño a una persona a través de esas acusaciones?
“Al retirarme de allí razonaba a solas que yo era más sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que él en esta misma pequeñez, en que lo que no sé tampoco creo saberlo.” (21d)
¿Qué se esconde tras el síndrome del impostor? ¿Por qué cuanto más profundizamos en un tema, menos seguros parecemos de lo que sabemos? ¿Por qué nos cuesta tanto reconocer que no sabemos algo? ¿Saber es sufrir o, dicho de otra forma, la ignorancia es la felicidad?
“Así pues, tomando los poemas suyos que me parecían mejor realizados, les iba preguntando qué querían decir, para, al mismo tiempo, aprender yo también algo de ellos. Pues bien, me resisto por vergüenza a deciros la verdad, atenienses. Sin embargo, hay que decirla. Por así decir, casi todos los presentes podían hablar mejor que ellos sobre los poemas que ellos habían compuesto. Así pues, también respecto a los poetas me di cuenta, en poco tiempo, de que no hacían por sabiduría lo que hacían, sino por ciertas dotes naturales y en estado de inspiración como los adivinos y los que recitan los oráculos. En efecto, también éstos dicen muchas cosas hermosas, pero no saben nada de lo que dicen. Una inspiración semejante me pareció a mí que experimentaban también los poetas, y al mismo tiempo me di cuenta de que ellos, a causa de la poesía, creían también ser sabios respecto a las demás cosas sobre las que no lo eran.” (22b)
¿Podemos decir que dominamos un arte si no sabemos explicar a qué se debe nuestra habilidad al realizar una obra determinada? ¿Llegaremos a ser capaces de saber hasta el mínimo proceso y técnica para elaborar una obra artística? ¿Sabiendo eso seríamos capaces de “programar” esos caminos y producir el arte de forma automática? ¿O la creación artística tiene una parte incapaz de comprender y aprender? ¿Una parte inspiracional, irracional, impredecible, humana? ¿Si alguien crea una obra de arte sin saber cómo… podemos considerarle un artista o es necesaria la comprensión de su propio arte?
“Y en esto no me equivoqué, pues sabían cosas que yo no sabía y, en ello, eran más sabios que yo. Pero, atenienses, me pareció a mí que también los buenos artesanos incurrían en el mismo error que los poetas: por el hecho de que realizaban adecuadamente su arte, cada uno de ellos estimaba que era muy sabio también respecto a las demás cosas, incluso las más importantes, y ese error velaba su sabiduría.” (22d)
¿El saber de un tema nos da derecho a pronunciarnos sobre otros de los que no tenemos ni idea? ¿Hay que dar la opinión sobre todo? ¿El no posicionarse en un aspecto concreto es ya un posicionamiento? ¿Todas las opiniones son respetables? ¿Deberíamos permitir la difusión de opiniones que pueden ser dañinas? ¿O, aunque sepamos que son dañinas, prevalece el derecho a opinar de cada cual?
“¿Son todos los hombres los que los hacen mejores y uno solo el que los resabia? ¿O, todo lo contrario, alguien solo o muy pocos, los cuidadores de caballos, son capaces de hacerlos mejores, y la mayoría, si tratan con los caballos y los utilizan, los echan a perder? ¿No es así, Meleto, con respecto a los caballos y a todos los otros animales? Sin ninguna duda, digáis que sí o digáis que no tú y Ánito. Sería, en efecto, una gran suerte para los jóvenes si uno solo los corrompe y los demás les ayudan.” (25a)
“Cuando mis hijos sean mayores, atenienses, castigadlos causándoles las mismas molestias que yo a vosotros, si os parece que se preocupan del dinero o de otra cosa cualquiera antes que de la virtud, y si creen que son algo sin serlo, reprochadles, como yo a vosotros, que no se preocupan de lo que es necesario y que creen ser algo sin ser dignos de nada.” (41e)
¿Hay una corrupción de los jóvenes en la actualidad? ¿De quién debe depender la educación de los niños y los jóvenes? ¿Son los padres los responsables de la educación de sus hijos? ¿Lo es el Estado? ¿Lo somos todos los que formamos parte de la sociedad?
“No tienes razón, amigo, si crees que un hombre que sea de algún provecho ha de tener en cuenta el riesgo de vivir o morir, sino el examinar solamente, al obrar, si hace cosas justas o injustas y actos propios de un hombre bueno o de un hombre malo.” (28b)
“…temer la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo, pues es creer que uno sabe lo que no sabe. Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el hombre, pero la temen como si supieran con certeza que es el mayor de los males. Sin embargo, ¿cómo no va a ser la más reprochable ignorancia la de creer saber lo que no se sabe?”(29a)
¿Existe una preocupación en la sociedad actual por vivir más, no importa cómo? ¿Por qué temer a la muerte? ¿Si tan importante es la muerte, por qué se nos prepara tan poco para ella? ¿Por qué no hablamos de la muerte de forma más clara y abierta? ¿Hay algo después de la muerte? ¿Pensamos lo suficiente en la muerte cada día? ¿A quién pertenece la muerte de cada uno?
“Si, por otra parte, digo que el mayor bien para un hombre es precisamente éste, tener conversaciones cada día acerca de la virtud y de los otros temas de los que vosotros me habéis oído dialogar cuando me examinaba a mí mismo y a otros, y si digo que una vida sin examen no tiene objeto vivirla para el hombre, me creeréis aún menos.” (38a)
¿Dialogamos lo suficiente? ¿Nos autoexaminamos con frecuencia? ¿Escuchamos a otros? ¿Nos cuesta abrirnos a otras ideas? ¿Queremos cambiar de idea a pesar de que eso nos lleve a modificar nuestra vida? ¿Qué pensamos de una persona que ha cambiado su pensamiento radicalmente con el paso del tiempo? ¿No son cuestiones como la filosofía vitales para nuestra vida? ¿Por qué cada vez está menos presente en nuestra vida? ¿A quién beneficia que no nos hagamos preguntas? ¿Qué podemos hacer?
¿Qué vamos a hacer al respecto?
Photo by Dominik Scythe on Unsplash
Saber más y más
Este post fue inspirado por Ernesto Castro, filósofo al que sigo desde hace tiempo y que posiblemente muchos conozcáis.
Desde hace un tiempo, en uno de sus cursos en la Universidad de Zaragoza hace un recorrido exhaustivo por los Diálogos de Platón, relacionando pasajes concretos de cada uno de ellos con aspectos de plena actualidad, con otras corrientes filosóficas, etc.
Quien quiera meterse de lleno en la Apología de Sócrates puede hacerlo con este vídeo:
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