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Mis libros del 2016 (parte 2)
Sigo repasando los libros que me he ventilado este año. La semana pasada reseñé los cinco primeros que cayeron entre los meses de enero y mayo aproximadamente. Vamos ahora con los que ocuparon parte de mi tiempo entre junio y septiembre.
La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela
Pues otro libro que tenía pendiente desde hace años y que siempre me atrajo (vale, compartir apellido con el personaje protagonista -y vaya protagonista- hace bastante). Me encantó esta novela que para mí tiene muchos aspectos destacables. El primero de todos, el protagonista: complejo, profundo, de carne y hueso, que se dice… y al que siguen muy de cerca el resto de sus compañeros “de reparto”, que tampoco tienen desperdicio. Segundo, la atmósfera que envuelve la narración en todo momento: en mi opinión, una combinación de realismo seco en algunos momentos y de ensoñación en otros, teatral incluso en algunos pasajes. Y sobre todo me gustó el aire fatalista de esas historias que, nada más empezar, sabes que no van a terminar bien. Este es el impresionante comienzo de la narración de este pariente lejano:
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte.
Crimen y castigo de Fiedor Dostoievski
¿Que quieres personajes complejos? Pues toma dos tazas. Después de la lectura rápida de Cela la emprendí con otro clásico de la literatura que me iba a llevar un poco más de tiempo (bueno, bastante más). Había comenzado este libro y leídas casi dos quintas partes hacia unos años pero lo dejé. Así que esta vez emprendí la tarea (desde el principio de nuevo porque había muchas cosas que no recordaba) con el miedo que tienes siempre a eso de que si lo dejaste una vez… ¿qué te hace pensar que no lo vayas a dejar una segunda? Pero no, esta vez fue distinto y el libro me enganchó lo suficiente como para ir tirando de mí hasta el final. La edición desde luego no ayudaba nada (tamaño de letra demasiado pequeño) y es cierto que algunos pasajes del libro se pueden hacer más densos, pues son formas de narrar a las que nos hemos desacostumbrado (o tal vez nunca sea un servidor que nunca se termina de acostumbrar a ellas).
De todas formas, lo mejor del libro es el personaje y el estudio de la personalidad que se realiza de él a lo largo de todas sus páginas. Cómo la culpa le persigue (a veces sí y a veces no tanto), el miedo a ser descubierto, sus deseos de ser querido, sus auto justificaciones… Y todo eso va creciendo y creciendo, aumentando la presión poco a poco, dando una capa de pintura y luego otra, hasta que al final pues… llega el final, claro (que no voy a desvelar). Y todo este in crescendo lo vamos viendo a través de profundos pensamientos internos del protagonista, que contrastan con los diálogos que mantiene con otros personajes. En fin, lectura recomendable pero que puede no guste a todo el mundo. Ah, y otra cosa, me resultó especialmente grata la historia porque tenía en mente la película Historia de Lav Díaz que se inspira en Crimen y castigo (aunque luego avanza por otro lado diferente).
Este es uno de los muchos pensamientos que tiene el protagonista antes de ejecutar su crimen (tranquilos, no desvelo nada que no se sepa después de las primeras páginas y de hecho es la premisa de la que parte la novela: el crimen que comete el protagonista).
«¡Que me inquieten semejantes menudencias cuando tengo en proyecto un negocio tan audaz! -pensó con una sonrisa extraña-. Sí, el hombre lo tiene todo al alcance de la mano, y, como buen holgazán, deja que todo pase ante sus mismas narices… Esto es ya un axioma… Es chocante que lo que más temor inspira a los hombres sea aquello que les aparta de sus costumbres. Sí, eso es lo que más los altera… ¡Pero esto ya es demasiado divagar! Mientras divago, no hago nada. Y también podría decir que no hacer nada es lo que me lleva a divagar. Hace ya un mes que tengo la costumbre de hablar conmigo mismo, de pasar días enteros echado en mi rincón, pensando… Tonterías… Porque ¿qué necesidad tengo yo de dar este paso? ¿Soy verdaderamente capaz de hacer… “eso”? ¿Es que, por lo menos, lo he pensado en serio? De ningún modo: todo ha sido un juego de mi imaginación, una fantasía que me divierte… Un juego, sí; nada más que un juego.»
Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé
Bueno, bueno… llegamos a uno de mis descubrimientos de este año. Un libro que, sin duda, pongo entre los tres mejores que he leído en 2016. Lo cogí en un mercadillo de segunda porque el título siempre lo había tenido como referencia, pero sin tener ni idea del argumento y sin haber leído nunca nada de Juan Marsé (al que desde luego voy a seguir leyendo). Me atrapó. Un libro de esos de los que, sin apenas darte cuenta y después de la primera sentada, te has embaulado una buena parte y ya no lo vas a poder dejar hasta que lo termines. Y no solo es que la trama (una historia de amor imposible entre una niña bien de la sociedad catalana y un emigrante andaluz en la Barcelona de los años cincuenta) esté muy bien, sino que además la escritura de Marsé me pareció brillante. Con una gran carga poética en muchos de sus fragmentos e imágenes muy potentes pero sin que decaiga nunca el ritmo, sin que nuevos giros te hagan ir a más… Sin que la prosa esté por encima de la historia sino al servicio de… Y un protagonista (el Pijoaparte) de esos que no sabes si odiar o amar (posiblemente las dos cosas). Por cierto, no es nada despreciable la carga de humor que tiene este personaje y la novela (sobre todo en los fragmentos en los que el protagonista se contrapone a la clase acomodada barcelonesa). En fin, una novela sobre esos amores de verano que disfruté precisamente en verano y que recomiendo (esta sí) a todo el mundo (bueno, a casi todo el mundo, no me vayan a reclamar luego daños y perjuicios).
Hay apodos que ilustran no solamente una manera de vivir, sino también la naturaleza social del mundo en que uno vive.
La noche del 23 de junio de 1956, verbena de San Juan, el llamado Pijoaparte surgió de las sombras de su barrio vestido con un flamante traje de verano color canela; bajó caminando por la carretera del Carmelo hasta la plaza Sanllehy, saltó sobre la primera motocicleta que vio estacionada y que ofrecía ciertas garantías de impunidad (no para robarla, esta vez, sino simplemente para servirse de ella y abandonarla cuando ya no la necesitara) y se lanzó a toda velocidad por las calles hacia Montjuich. Su intención, esa noche, era ir al Pueblo Español, a tuya verbena acudían extranjeras, pero a mitad de camino cambió repentinamente de idea y se dirigió hacia la barriada de San Gervasio. Con el motor en ralentí, respirando la fragante noche de junio cargada de vagas promesas, recorrió las calles desiertas, flanqueadas de verjas y jardines, hasta que decidió abandonar la motocicleta y fumar un cigarrillo recostado en el guardabarros de un formidable coche sport parado frente a una torre. En el metal rutilante se reflejó su rostro —melancólico y adusto, de mirada grave, de piel cetrina—, sobre un firmamento de luces deslizantes, mientras la suave música de un fox acariciaba su imaginación: frente a él, en un jardín particular adornado con farolillos y guirnaldas de papel, se celebraba una verbena.
Kafka en la orilla de Haruki Murakami
Uno de mis narradores favoritos y que me atrapa siempre. Y eso que no siempre es fácil la temática de sus libros. Bueno, más bien, casi nunca. Reconozco que, salvo en Tokio blues en todos sus libros al final me he perdido y se me escapa lo que metafóricamente pretende decir el autor, si es que pretende algo (que supongo que sí, que algo querrá decir). Aunque nunca me importa demasiado porque la trama (como siempre me ha pasado con este autor) sí la sigues desde el principio hasta el final sin problema alguno, pero es como si esa “realidad” que te presenta Murakami quisiera transmitir algo mucho más complejo que yo (siento decirlo porque ya me gustaría, ya…) no alcanzo a comprender en toda su profundidad. Claro, que siempre queda la alternativa de que se esté quedando con nosotros, o, al menos, conmigo (nota mental: estudiar esta posibilidad).
En cualquier caso, como digo, me encanta cómo con un estilo sencillo (tan solo en apariencia, quiero pensar) el autor te lleva y te lleva hasta meterte de lleno en la historia. Y por supuesto es marca de la casa la mezcla de lo fantástico y surrealista con el mundo más cotidiano que, después de unas páginas, aceptas a las mil maravillas como diciendo: “claro, esto es lo más normal del mundo y no sé por qué no me ha sucedido a mí”. En fin, si conoces a Murakami no te descubro nada (te diré, eso sí, que tal vez no haya sido mi libro favorito de los que he leído suyos), pero si no le conoces te invito a que le des una oportunidad. Aunque, por supuesto, si lo que buscas es literatura realista, olvídate. Y para muestra un botón:
-Buenos días -dijo el hombre de edad madura.
El gato alzó ligeramente la cabeza y respondió al saludo con voz grave y aire de fatiga. Era un gato macho, grande y viejo, de color negro.
-Hace muy buen tiempo, ¿no le parece a usted?
-iHum! -dijo el gato
−No se ve ni una nube en el cielo.
-De momento.
−¿Cree acaso que va a empeorar?
−Yo diría que al atardecer se estropeará. No sé, me da esa impresión -comentó perezosamente el gato negro alargando una pata. Después, entrecerrando los ojos, echó otra ojeada a la cara del hombre. El hombre miraba sonriente al gato. El gato dudó unos instantes. Luego dijo con un tono resignado:
−iHum! Veo que sabes hablar.
−Sí -dijo el hombre con timidez. Y, como muestra de respeto, se quitó de la cabeza la raída gorra de alpinista-. No es que hable en cualquier momento y con cualquier señor gato, pero, sí, puedo hacerme entender más o menos.
Te llamaré viernes de Almudena Grandes
Uf. Libro con el que sufrí bastante para terminarlo y que a punto estuve de dejar a medias varias veces, esa es la verdad. La mayor parte de los libros me producen una de estas tres cosas: me encantan, me gustan/disgustan sin más, o, tercera opción, los aborrezco. Este me ha provocado las tres cosas dependiendo del momento, del fragmento en el que me encontrara (a veces, la cosa cambiaba de una página a otra). Una historia dura de leer (por la temática, por la prosa: densa y profunda en cada frase y, también difícil, por los saltos temporales en la trama). Y supongo que también dura de escribir. Y digo esto porque los personajes son feos. Sí, digo bien, feos: de esos que no son agradables, sino que están llenos de dolor, de amargura, de vacío, de sudor rancio en todos los sentidos. No es que puedas imaginarlos sino que puedes tocarlos… y olerlos. Me imagino que es difícil no caer en la tentación de salvar a estos personajes, de apiadarte de ellos cuando estás escribiendo.
Una historia de soledad en la gran ciudad y en la sociedad actual (tema que por cierto me encanta y que posiblemente fue lo que tiró de mí). En fin, todo se desarrolla en un ambiente deprimente (en el mejor sentido) que en más de una ocasión amenazó con tumbarme. Pero cuando eso iba a suceder aparecía un fragmento brillante, un destello entre la suciedad (otra vez, en el mejor sentido) que me enganchaba de nuevo, una faceta desconocida de algún personaje, un avance en esa relación cruda… Y así hasta que la terminé. También me estrenaba con Almudena Grandes y, después de este libro, puedo decir que es una autora a la que necesito volver a leer y de la que, desde luego, se puede aprender mucho de su forma de escribir. Aquí va un ejemplo:
La besó y encontró su boca, la tocó y encontró otras bocas, hundió los dedos en la saliva que manaba de su cuerpo abierto, solamente una boca, y sintió la desesperación en sus labios, en los brazos blandos y húmedos que le empujaron hacia una cavidad oscura y fresca, abandonándole después al vértigo, sintió sus labios desesperados, sudorosos tentáculos de contacto asfixiante, asfixia tentadora, liberadora, la presión de aquellos labios voraces que vaciaban su cuerpo de carne y sus venas de sangre, encontró otras bocas más allá de su boca, su piel que se abría, que se hinchaba como el cuerpo de una esponja ensangrentada, y en cada poro una boca…
Continuará…
Si quieres leer la primera parte de este listado.
Si quieres leer la tercera parte de este listado.
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