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Nuevas realidades y… ¿las historias de siempre?
Casi me da vergüenza decirlo. Alguien como yo, a mis años… y que haya tardado tanto en tener mi primera experiencia con la Realidad Virtual. Pero así es. No fue hasta hace unos días cuando, gracias a los chicos de Virtua Flow, pude probarla. Lo primero que tengo que decir es que si tú todavía no te has sumergido en este mundillo: enhorabuena, y ahora: corre a probarlo. Al menos una vez.
Hacía tiempo que algo no me impactaba tanto. Y es que a las propias gafas se suma una plataforma vibratoria que hace que la sensación de inmersión aumente. En un momento de la simulación da la sensación de que te elevas a unos doscientos metros de altura sobre el mar como si de Aladdin se tratara. Tuve un vértigo considerable, con eso lo digo todo.
Así que claro, me fui a casa con la sensación de haber asistido a algo que cambiará en gran parte la forma en la que consumimos las historias, pero también cómo las narramos. Tal y como yo lo veo hay dos grandes posibilidades y caminos, y ambos tienen sus puntos de interés.
- Por un lado se encuentra la realidad virtual en la que nosotros, como espectadores (más o menos activos) nos metemos en ella. Vale que podemos interactuar a través de mandos (qué le voy a contar a los jugones), pero al fin y al cabo es un mundo en el que nos sumergimos y en el que adoptamos, en muchas ocasiones, el papel protagonista (vemos la acción a través de nuestros propios ojos). Imaginemos, por ejemplo, una historia de zombis en la que todo: los personajes, los escenarios y los propios zombis están recreados por ordenador. Y nosotros asistimos a eso como espectadores/protagonistas.
- Por otro lado, está la realidad aumentada, la cuál trae parte de esa realidad virtual hasta nuestro mundo real y la coloca por encima de él (como si de una capa más de photoshop se tratara). En este sentido, somos nosotros y nuestro propio mundo los que también aportamos elementos a esa narrativa. Imaginemos ahora a esos mismos zombis a los que vemos salir desde detrás de un mostrador de ropa, mientras estamos en el mundo real comprando un jersey (vaya susto, ¿eh?). Ahora, añadamos a eso unos actores que se encuentran en el mundo real y que interpretan su papel de cazadores de zombis, por ejemplo. Como veis, la cosa se complica en esta segunda posibilidad, pues las capas de información y realidades son diversas. Da igual, lo importante es que nuestro cerebro sea capaz de integrarlas y verlas como un conjunto con sentido.
(Para otro post queda pendiente hablar de la realidad mixta.)
En fin, las posibilidades son enormes y creo, como dijeron en las conferencias a las que acudí, que todo está por hacer. Lo que a mí más me interesa es que aquellos que nos dedicamos a contar historias seamos capaces (yo al menos lo estoy intentando) de intentar aproximarnos a estas tecnologías sin miedo y con la curiosidad necesaria como para seguir creando relatos que funcionen perfectamente en estas realidades. Porque la simulación de montaña rusa en realidad virtual está bien (está muy bien), pero llegará un momento en el que queramos meternos dentro de una película, o que los personajes de la misma se vengan con nosotros de paseo. Eso, ya es posible hoy en día, así que, ¿a qué estamos esperando?
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