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Storytelling creíble
Creo que alguna vez ya he hablado del libro El guión, de Robert McKee. Muchos lo consideran la Biblia en lo que a escritura de guión se refiere aunque en realidad hay muchos libros sagrados en este campo. En cualquier caso, uno de los consejos que McKee da en su libro es que los personajes de las historias se definen por lo que hacen y no por lo que dicen. Esto significa que da igual que un personaje recite por ejemplo a diestro y siniestro que es un amante de los animales si luego, en la pantalla o donde sea, vemos, a través de sus acciones, que maltrata a uno de ellos. Hasta aquí podríamos decir que McKee tampoco se ha devanado los sesos. Muchos de nosotros ya aplicamos esto en nuestras propias vidas. Vamos, el sentido común de toda la vida o el famoso refrán de que “el movimiento se demuestra andando”.
Comento todo esto porque a la hora de plantear el storytelling para una marca, podemos hacerlo de manera magistral. Encontrar la historia adecuada, trabajar con ella hasta dar con todos los elementos que la conviertan en un gran relato y finalmente contar éste de una manera memorable. Podemos, digo, hacer todo esto y hacerlo perfectamente. Pero todo se desmoronará en el mismo momento en el que producto, persona o compañía no actúe de la manera apropiada al discurso narrativo que está trasladando. Porque en caso de duda debemos tenerlo claro: el ojo pesa más que el oído.
¿Cuántos casos de marcas hemos visto que promulgan una cosa pero sus productos no cumplen con las expectativas? ¿Cómo nos sentimos entonces? ¿Seguimos creyendo en la historia que nos han trasladado? Y esto no es solo aplicable al producto sino a los propios directivos, al servicio de atención al cliente, la red comercial, las políticas de recursos humanos, etc. Todo debe ser coherente con el mensaje que traslademos.
Así que ¿storytelling? Sí, por supuesto. Pero fundamentado siempre en que nuestro producto, compañía o nosotros mismos seamos reales, tangibles y coherentes con lo que contamos en cada momento. Si no lo hacemos así, el protagonista de la historia y la historia misma no resultará creíble (porque no lo es) y por tanto no será una comunicación eficaz, que al final es de lo que va todo esto.
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